Alixon Navarro Muñoz

5 oct 2012


Tabaquiando: mas allá de la fuma de un puro

Botón con semillas de tabaco.
 Hace algo mas de un mes emprendí un viaje que verdaderamente  visualizaba pero nunca imagine que fuera tan sorprendente y enriquecedor. Todo parte de un nuevo reto profesional que más bien es el retorno a las grandes ligas de la televisión a través de la realización de programas con historias de vida y crónicas sobre cosas que uno ni se imaginaba que existían en el departamento.

Si a usted le mencionan el tabaco, se imagina un viejito sentado en una mecedora con un puro en la boca o una señora leyendo el futuro de otro a través del tabaco; pero el tabaco por lo menos en Piedecuesta es la base de su economía local, es casi un icono sobre todo por el trabajo que alrededor de él, desarrollan sus mujeres torciendo o enrollando los aromáticos trozos de hoja de tabaco que se pueden madurar al mejor estilo de los vinos de cava. Entre más añejos, mejores en la calada y el paladar.

Eso quizás fue lo que mas me impresionó la mística que existe en su proceso de elaboración, porque no solo es la siembra y recolecta de las hojas, sino la cuidadosa selección de ellas para saber que parte del tabaco van a conformar, si serán para picadura, si serán para capa o si serán para enrollar.

Tabacos añejados de 4 y 5 años.
En esa mística encontré mujeres que por su tradición ya tienen callo en las manos, sus dedos ya tienen un particular color amarillo pálido por el tratamiento de las hojas y el almidón de yuca utilizado para pegar los extremos en la enrollada. Ellas enrollan en promedio de mil a dos mil tabacos y en eso se pueden ganar de 20 a 30 mil pesos.

Pero para ellas el trabajo en los tabaquines es una opción diferente de vida cuando por muchas circunstancias se les han cerrado las puertas laborales en otros menesteres; pueden repartir su tiempo entre los oficios propios del hogar y el tabaco. Son ellas sus propios jefes y solo con el fruto del esfuerzo pueden medirse y colocarse metas económicas que les permitan un mejor sustento.

Caney con hojas de tabaco.
Durante el descubrimiento de aquel mundo mágico de tabaco, con aromas que quedan impregnados en el paladar de los mejores catadores, también me quedó en la memoria visual, gráfica y hasta romántica la belleza natural que tiene un caney; uno de ellos quizás el mejor de Santander, está ubicado en el municipio de Curití en la vereda ‘Las ventas’.

Para describir los aromas que allí se perciben no hay palabras suficientes, me quedo corta porque definitivamente se confunden con los recuerdos de mi abuelo materno; oriundo de San Bejuco, es decir, de San Vicente de Chucurí y de su tienda donde vendía los preciados tabacos en Barrancabermeja.

El caney es una casa, por decirlo de alguna forma, que tiene una estructura especial montada en largos travesaños de bamboo sobre los cuales hay largas cuerdas de fique en las que cuelgan las hojas de tabaco durante 60 días y a medida que van perdiendo su humedad y se van concentrando todos sus matices, se van cambiando de posición hasta que ocupar el lugar mas alto del caney, estoy hablando de 4 a 6 metros de altura del suelo al techo.

La verdad me día la tarea y a la aventura a la vez de subir hasta los mas alto, con cierta maroma queda embelesada por el olor que desprenden las hojas ya maduras, olor muy diferente al de las hojas ubicadas en la parte inferior.

Don Gilberto Bueno y su nieto David.
La familia Bueno Gómez encabezada por su patriarca, Gilberto, y su esposa Ana se han dado a la tarea de toda la vida de preservar esta tradición del cultivo del tabaco y alrededor de esto han forjado su vida  y su descendencia. Lo curioso es que alrededor de esta tradición también surge la del fique, que por su ubicación geográfica estratégica en Santander se vuelve en una opción importante sobre todo para las mujeres que hábilmente tejen sueños en forma de bolsos, billeteras, tapices, carpetas y mil artesanías mas en los mas variados colores y tejidos.

La verdad que con todo esto que viví en un viaje de un día a Curití y dos días de paso por el municipio garrotero, me la pasé fue Tabaquiando. A propósito de tabacos y garrotes, también descubrí en el saber popular que la cultura garrotera tiene dos sentidos, uno de ellos ligado a la historia de violencia que en alguna época vivió el país y de cuyo fruto quedaron los enfrentamientos entre ‘liberales’ y ‘godos’  que se hacían a garrote limpio, o sea a leño limpio… ¡vaya garrotera! y no precisamente la del chavo.
Don Gabriel Pico enseña un tabaco bien-logrado

El otro sentido tiene que ver con el tamaño. Pero tranquilos, nada de malos pensamientos, pues como lo explicaba don Gabriel Pico representante legal de la Casa Tabaco, quien fuma un tabaco grande de una vez le van diciendo: ‘mire ese garrote o chicote que se está fumando’. De todo hay en la viña del señor.

Mi viaje por el conocimiento de las tradiciones en algunos municipios hasta ahora empieza, por ahora del tabaco me queda la experiencia magnifica de tener en mis manos sus diminutas semillas como esporas vulnerables al viento, entregadas al sol y a la tierra para germinar en una ‘mata’ mágica con la que los chamanes de los indios Guane se trasladaban en astral para curar enfermedades  en clanes distantes. Me queda el conocimiento útil y la claridad mental que solo produce un buen tabaco, cuyo matiz espero compartir con un buen amigo porque regalar un puro, no es para cualquiera, denota honor y respeto. 

Texto y fotografía: Alixon Navarro Muñoz.