Alixon Navarro Muñoz

24 abr 2013

Crónica desde el aíre


Capitán de mil vuelos
Capitán Bedoya Zuluaga en su cabina de mando, listo para
emprender vuelo, la pasión de su vida.
Foto: Alixon Navarro Muñoz
Una historia breve, sencilla y un poco reveladora sobre la pasión de un piloto por su avión, por su trabajo y como da todo al servicio de sus clientes: los pasajeros.
El capital Julio Cesar Bedoya Zuluaga, es paisa cafetero, de Armenia-Quindío, se crió en Cali y prácticamente es de toda parte, como coloquialmente lo expresa; actualmente se desempeña como  jefe de la base de vuelo de Easy Fly en Bucaramanga y ajusta 4 años de estar vinculado a la compañía.
De volar lleva mucho tiempo más. En el año de 1983 ingresó a la Fuerza Aérea  pero terminó su formación en una escuela de Cali; posteriormente se fue para Estados Unidos donde obtuvo  licencia americana y volvió al país a volar con empresas pequeñas.
“Hace 15 años  vivo en España con mi esposa y mis hijos, allí volaba para una compañía española, pero con la crisis económica me tocó regresar a Colombia. Mi familia permanece en la Madre patria y a pesar de la lejanía vivo contento con lo que hago, pues promuevo siempre que  esta es una compañía que llegara muy alto, por su espíritu de integración, servicio al cliente, que nos recuerda los que era Aces hace alguna tiempo,  cuyo principio fundamental lo tenía basado en el  respeto hacia el pasajero”.
Para el Capitán Bedoya el pasajero es quien paga el salario, la universidad de los hijos y los gastos de la casa y por ello hay que respetarlo. Por eso justifica que el servicio es personalizado amable y  cálido, fiel reflejo de lo que  se vive en su ambiente laboral: como una familia donde la competencia no existe, aquí todos son iguales.
“Volar es mi pasión, es difícil de entenderlo  más aun cuando solo voy cada 2 meses a ver a mi  familia en España; pero mi  mujer sabe que si me quitan el vuelo me quitan una parte de mi vida”.
El resume lo que hace como algo que le gusta y replica este refrán, que ‘quién  hace lo que le gusta no vuelve a trabajar’. Por eso no ve el trabajo como una obligación harta, sino como un goce con la mística que  tiene  el volar a miles de pies de altura.

La vida vista desde lo que hacen los caminantes


Con los pies pegados a la tierra

Se trata de eso, caminar. No es más, sencillo, simple, barato, ecológico, saludable y hasta social. Los caminantes en Santander tienen tal vez esta apreciación y sin temor a pecar, más ampliada con otros adjetivos naturales, para describir la pasión que les produce tener las extremidades atadas a suelo firme.
El resto de esta crónica que hace parte de una serie denominada 'Las pasiones de la ciudad' la pueden ver en el siguiente link: