Crónica de un
caminante
Foto: Alixon Navarro Muñoz. |
Caminando a 3.650
metros sobre el nivel del mar, con un
frío que cala los huesos y colorea las mejillas, hablamos con Alejandro Torres un hombre con
algo más de 50 años, pero que tiene la vitalidad de los 20 que cargo al hombro,
junto con el equipo de campaña en sus tiempos de oficial del ejército.
Vinculado actualmente
al área de seguridad de una compañía minera, cuenta que en su vida militar ya había
estado recorriendo la zona, hizo parte de la segunda división y perteneció también
al batallón Ricaurte, experiencias castrenses que le permitieron andar por la parte alta de la cordillera
oriental hasta Cáchira, Norte de Santander.
El hombre de tez
morena dice que lo que más le gusta, es el clima. Bueno, es que tiene una razón
poderosa, es oriundo de la misma región y por ende se considera como parte de la gran diversidad
que ofrece el páramo.
“A
la gente que pasa por aquí siempre le decimos que se haga los chequeos médicos
para subir con confianza a semejante altura; eso sí que lo hagan a su ritmo,
que la actitud sea la de caminar y tener mucha
disposición”.
Tal vez anécdotas
no tengas muchas en su haber, más bien recuerdos de su paso por la dura
disciplina militar, donde veía
constantemente a sus demás ‘lanzas’ afectados por la hipotermia, algunos eran
transportados por helicóptero, pero otros había que movilizarlos a las casas o
ranchos distantes, con el fin, no sólo de recuperar el aliento, sino de entrar
en calor, el necesario para impedir que perdieran algún miembro.
Alejandro un hombre
sencillo de gran sapiencia, a quien el páramo, la neblina, los frailejones y lo
agreste de la zona le imprimen un estilo libre y único, valora todo lo que la
región produce, ganado y ovejas, cultivos de cebolla, papa y otros productos,
tanto así que jocosamente expresa que “lo
único que hay que comprar en el pueblo es la sal”.
Foto: Alixon Navarro Muñoz. |
El hombre que se
define feliz de pocas pero elocuentes palabras, siempre pendiente de lo que
necesiten sus acompañantes, tal vez una buena costumbre adquirida en el
ejército, es padre de 3 hijos profesionales en quienes seguramente ha dejado un poco de su
enseñanza natural, tan natural como el hermoso complejo de Santurbán.