Alixon Navarro Muñoz

18 nov 2012

Sabor y olor de vida


‘El que anda entre la miel… hasta en Oiba se queda’

El manejo de la apicultura es un arte que trasciende a los subproductos que se obtienen como el polen, propóleo, jalea real, cera y la apitoxina para usos medicinales, subproductos que se dan en los apiarios ubicados en Oiba.
  
Bueno, de nuevo les sigo contando sobre mis viajes por algunas localidades de Santander y entre ellas quiero que sepan que estuve en una maravillosa población que por la ternura que inspiran sus calles y balcones, excelente clima y cordialidad de sus gentes, merece llamarse Pueblito Pesebre.

Aunque sus razones para esta denominación son más históricas y datan de la época de los  españoles, que al ingresar vieron el caserío iluminado en cada uno de sus primitivos ranchos con luz de vela, la vista los situaba en un pesebre. Pero óigase bien, Oiba es el nombre colocado a la población como un homenaje al fruto del amor entre el cacique Poima y su compañera Cachalú.

Y es que quien viene o va a Oiba, termina más amañado, por todo. La apicultura, los cultivos de café, el turismo y las artesanías en caolín fuera de ser parte de los ejes centrales de la productividad resaltan las riquezas e  identidad cultural, artística y social que  tenemos en Santander. 

Por ahora solo me remitiré al producto que por excelencia elaboran las abejas, la miel, porque el que anda entre la miel hasta el… se le pega, o en Oiba se queda. Y es que Oiba es ejemplo de ello porque la labor de la apicultura o cultivo de abejas dirían algunos, es una verdadera pasión hecha cuidado de estos pequeños seres alados, que con el zumbido pueden asustar o generar repulsión, pero curiosamente para los apicultores solo es un motivo mas, para ir gustosos en su búsqueda hasta las colmenas y extraer literalmente cada uno de sus beneficios.

El manejo de la apicultura es un arte que trasciende a los subproductos que se obtienen como el polen, propóleo, jalea real, cera y la apitoxina para usos medicinales, subproductos que se dan en los apiarios ubicados en Oiba, y que son manejados por familias como la Mejía Galvis, los Palacio Castro o los Ordoñez Pereira quienes por décadas han sustraído el oro liquido.

Es asombroso ver el conocimiento y técnica alrededor de los apiarios, desde la ‘echar’ el humo fruto de la quema de cascarilla y granos de café, humo que se insufla sobre las piqueras o puertas de entrada de las colmenas hasta el mismo momento en que se sacan los paneles donde están contenidos cientos de .alveolos, o huequitos, donde la reina madre coloca los huevos. 

A propósito un dato curioso, sabían ustedes que la abeja reina antes de colocar los huevos es fecundada en el aire? Así es, en lo que los expertos llaman un vuelo nupcial ella se aparea a una altura promedio de metro y medio de la parte superior de la colmena y luego ingresa directamente a colocar los huevos en los alveolos.

La transformación de la colmena a la botella, revela que este preciado alimento, ‘remedio’ y cosmético tiene una importancia y ritual tal que hace de la abeja un animal esencial en el sustento y equilibrio de la raza humana. Si señores, es cierto. La abeja no es insecto fastidioso por el zumbido que pueda producir, sobre ella recae la vida misma del ser humano, tanto así que si llegara a falta al ser humano solo le quedarían 4 años de vida sobre la tierra, la razón es muy sencilla: la polinización, mecanismo fundamental  necesario para la existencia de los demás cultivos en la naturaleza.

Del sabor de la miel a la textura del barro moldeado
Pero así como del tabaco en Piedecuesta se desprenden las historias tejidas del fique en los campos  de Curití, también de las mieles de Oiba se  moldean vidas alrededor de un barro natural llamado caolín. Esto es lo que hace una mujer oibana, Teresa de Jesús Galvis, una mujer vital con sus bien trabajado 50 años, quien con sus manos elabora hermosas piezas de caolín, combinando sus tres variantes de colores, blanco, el café y terracota.
Pero Teresa tiene un valor agregado y es que no solo sabe de caolín sino de miel pues comparte con su hija Katherine Mejía, el gusto por los apiarios y como empresa han sabido sacarle el mejor y equilibrado progreso, hasta innovando en la extracción de subproductos como la apitoxina ideal para actuar como rubefaciente, calmante muscular y analgésico. 

Teresa por su parte confiesa que las abejas tienen una organización superior a la sociedad humana, son capaces de  percibir el más mínimo cambio de temperamento.

Por eso agrega que antes de ingresar a un apiario las saluda, les habla e incluso les canta. En retribución ellas proporcionan la mejor miel y enjambradas en miles se colocan en la capucha o parte superior del traje  y allí permanecen quietas mientras Teresa con habilidad las alimenta o les extrae su dulce manjar.

Personalmente resalto de esta bella mujer que sus artesanías hechas del caolín, son hermosas piezas hecha totalmente a mano, con una particular técnica aprendida de forma autodidacta y apoyada en las capacitaciones brindadas por el Sena.

Quien iba a creer que las abejas de Oiba son africanizadas, idea que de solo pensarla me da escalofrío por la fama de ‘agresivas’ que tienen, pero en su mayoría las dulces abejas de Oiba  son producto del cruce con las criollas; no obstante pueden volverse agresivas si no se toman las medidas para su manejo, sino se les trata con la prudencia necesaria o si sienten alguna amenaza. Lo importante es que si usted como es novato a la hora ingresar a un apiario, solo vaya tranquilo, relajado y vera que pasará desapercibido entre ellas. 
 
Solo puedo decirles que la próxima vez que endulcen un pollo a la broaster, que tengan disfonía, o sus labios estén partidos, que quieran aderezar una ensalada de frutas o quieran, porque no, darle un uso erótico a la miel, piensen que la mejor del mundo, quizás, esté en el Pueblito Pesebre.

La miel es sabor de vida  y alrededor de ella  hay una maravillosa dinámica cultural que envuelve cientos de familias en los mil y un aromas embriagantes y casi adictivos de Oiba, Santander.


http://www.elfrente.com.co/index.php/panorama/santander/item/13022-%E2%80%98el-que-anda-entre-la-miel-hasta-en-oiba-se-queda%E2%80%99 

En Barrancabermeja, tierra de la pollera de colorá


‘Primero fuimos río y luego cultura industrializada del petróleo’
Corregimiento El llanito - Barrancabermeja

Barrancabermeja fue, ha sido y es agua. Agua que ha servido de medio para el germinar las colonias y culturas a lo largo del rio Arlí, Yuma o Magdalena como lo conocemos.

Antes de empezar, solo quiero remitirlos visual e imaginativamente a los ‘bailes cantaos de la Magdalena’, aquellos ritmos identificados por la cadencia del llamador, la tambora, el guache, las gaitas macho y hembra o en su defecto una acuciosa ‘flauta ‘e millo’. Hagan ya el intento, de traer a sus mentes la imagen una comunidad entera iluminada por las velas sostenidas en sus manos y las polleras alzadas a más de media cintura en un juego danzario que nos remite, si bien es cierto a la costa caribe, pero que en Santander también tiene su pedacito. Que mejor ciudad para vivirlo que Barrancabermeja la ciudad pluricultural sui-generis del departamento.

De las montañas y los terruños ambientados por bambucos e  imponentes montañas, me fui para el valle del Magdalena Medio, donde aún habitan especies originales como las garzas morenas, el pato yuyo, las iguanas, el lobo pollero, las guartinajas, caimanes y eso si, un sinnúmero de pescados ricos en fósforo que han hecho las delicias de los paladares barranqueños.

Y es que es cierto, somos, (y lo digo así, porque mi sangre es de allá orgullosamente) una mezcla de muchas raíces, sobre una raíz única originada en los Yariguíes. Es más, según el profesor e investigador  Rafael Velásquez, antes de  este grupo étnico que se denominaba realmente ‘Yareguíes’ existieron otros pobladores aborígenes, los pre-Yareguíes, cazadores recolectores y alfareros de cuyas piezas, hay valiosas evidencias, elaboradas manualmente y que ahora son objeto de múltiples estudios.

Pero si les voy a contar sobre mi paso por Barrancabermeja, con detenimiento les reseñaré que antes de ser capital de la industria petroquímica de Colombia con la sede principal de la empresa que mueve al país, Ecopetrol, Barrancabermeja fue, ha sido y es agua. Agua que ha servido de medio para germinar las colonias y culturas a lo largo del rio Arlí, Yuma o  Magdalena como le conocemos, luego de su descubrimiento por Gonzalo Jiménez de Quesada.

Aquí van un par de datos que me parecen curiosos; el primero es que a la llegada de los españoles los indios Yareguíes se untaban sobre la piel un líquido viscoso de color oscuro para efectos casi medicinales y hasta para evitar que la bandada de mosquitos los picaran, tal líquido que ellos llamaban brea o chapapote, tenía propiedades curativas contra el cansancio y como rubefaciente, desconociendo que este sería el motivo de la más fuerte colonización sobre las tierras bermejas. Un dato adicional, tierras bermejas por el color rojizo del suelo que se pisaba.   

El siguiente dato hace referencia a que Pipatón no fue el único cacique importante de esta etnia aborigen, es verdad que fue un gran guerrero a quien le mataron su mujer Yarima, pero era más bien un cacique de mando medio-alto que junto a los demás se resistió al mestizaje y a ser sacados de su tierras, solo que la fuerza de la madre patria pudo más y terminaron por ser exterminados. Pero fue la única etnia en Santander que se resistió de tal forma, incluso por encima de los Guane y los Chitareros.

A través del agua y por el petróleo llegaron
Con el petróleo llegó el progreso y la gente de diferentes regiones del país. Las colonias de Tamalameque, Chilloa, El Banco, entre otras se asentaron en Barrancabermeja; y  a  ellos se le sumaron las colonias de las sabanas de Sucre, Córdoba y Bolívar y sumados a ellos llegaron también los paisas, los caleños y muchas otras culturas, desde luego todos contagiados por la fiebre del oro negro que prometía progreso e ilusiones de un mejor futuro.

Pero aquí viene lo mejor, cada una de estas colonias llegaron con sus tradiciones propias: el bollo limpio, suero costeño o atollabuey, el bullerengue, la tambora, el fandango y los aires pelayeros hicieron cuna en Barranca mayoritariamente y es así como en esta tierra se respira un  saborcito costeño, y como dirían algunos, ‘costeños de agua dulce’. 

Pero hay algo que si hemos hecho nuestro, el orgullo barranqueño y el generar colectivos comunitarios alrededor de un sancocho. Cito entonces el famoso sancocho trifásico, una deliciosa sopa con tres carnes: pescado, res, cerdo acompañado de yuca y plátano, cocinada en leña en una olla de grandes proporciones, más bien parecida a olla de batallón; a la hora servir que mejor que con  varias cucharadas del sabroso y cremoso suero atollabuey… ¿Apetitoso cierto?   

Aquí insisto, uniéndome a unas palabras de acento caribe del docente  universitario, biólogo e investigador Silvio Daza,  primero fuimos rio, tagua, quina; fuimos bocachico, coroncoro y luego cultura industrializada del petróleo; a propósito el coroncoro es un particular pescado de poca carne  y con una cara nada agradable, eso sí de gran sabor y cuyo consumo es altamente fructífero para quienes quieren hacer la tarea y contribuir con la cuota de traer al mundo hijos sanos y fuertes, sin tomar emulsión de Scott.

Hago constancia que  el dato anterior no lo dijo Silvio Daza, lo dice el común de los pescadores de El llanito reunido en APAL, asociación de pesca artesanal de El llanito, encabezada por don Juan Tercero Gamarra hombre ribereño que ha hecho su vida en los espejos de agua que rodean a Barrancabermeja.

Y si  ustedes tienen la oportunidad de volar sobre Barrancabermeja puede tener constancia que esta cálida tierra, progresiva, llena de valores, es una tierra rica como quiera verse, rodeada por agua pero por debajo hierve el chapapote que en otrora se untaban los indios y que ahora es base de la economía nacional, generadora de empleo y desarrollo.

No obstante sin ser alarmista, el petróleo no es para siempre, no es renovable y si se llega a extinguir, queda el agua, el rio y las ciénagas  que son también otra fuente importante de ingresos, de transporte, de turismo, solo que esta idea tal vez no ha sido tan bien pensada.  

Así como inicié metiéndolos mentalmente en un ritmo de ‘baile cantao de la Magdalena’, así mismo quiero despedirme con otro aire que se escucha mucho, que fue adaptado por la banda insignia de Barrancabermeja, la Banda 26 de abril que dirige el maestro Silvio Doria, quién junto a sus músicos de primera talla llevó la pollera colorá a Francia, colocando la agrupación entre las mejores del mundo… “¡Ay! al son de los tambores esa negra se amaña, y al sonar de la caña, va brindado sus amores; es la negra Soledad la que goza mi cumbia, esa negra zaramulla, oye caramba, con su pollera colorá por  eso le digo mi negrita goza oye caramba, con su pollera colorá…”    

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13 nov 2012


Informe Especial de la Fundación Saldarriaga Concha


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La Violencia contra las personas con discapacidad, una mirada a su situación actual

En Colombia, entre enero y agosto de 2012 se reportó el 81% del total de los casos de violencia contra las personas con discapacidad registrados en 2011.

* Los departamentos en los que se registran los índices más altos de violencia hacia las personas con
discapacidad son: Bogotá (21,7%); Antioquia (20%); Valle del Cauca (11,7%) y Cesar, Cundinamarca y
Tolima (5%).
*Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños con discapacidad sufren actos de violencia
física o sexual con una frecuencia casi cuatro veces mayor que los que no tienen discapacidad.

Bogotá, D.C. 08 de noviembre de 2012. La violencia contra las personas con discapacidad es una problemática que por años ha estado oculta en la sociedad colombiana por cuenta de la desinformación, la estigmatización, la discriminación social y el desconocimiento sobre los derechos de este grupo de la población que, de acuerdo con las proyecciones del Dane, representa el 6,4% del total de colombianos. No obstante, la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de Profamilia- ENDS de 2010, indica que este porcentaje asciende en el país al 7%.
El Estado colombiano debe fortalecer herramientas adecuadas para determinar la magnitud exacta del número de personas con discapacidad que diariamente se ven expuestas a múltiples tipos de maltrato y abuso tanto físico, sexual y psicológico por parte de la sociedad.
La labor que realizan entidades como el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, permite conocer una muestra de esta realidad. De acuerdo con esa institución, durante el año 2011 se registraron en el país 74 casos de violencia física contra las personas con discapacidad, entre homicidios, lesiones personales, delitos sexuales y hechos de maltrato intrafamiliar. Entre enero y agosto de 2012, el Instituto reportó 60 casos de violencia, es decir, que en ocho meses de este año se ha alcanzado el 81% de los registros presentados en 2011.
Los departamentos en los que se registran los índices más altos de violencia hacia las personas con discapacidad son: Bogotá (21,7%); Antioquia (20%); Valle del Cauca (11,7%) y Cesar, Cundinamarca y Tolima (5%).
El hecho de que no haya en el país información suficiente que dé cuenta de esta problemática, no quiere decir que estas personas no la vivan. Un análisis realizado por la Fundación Saldarriaga Concha y la Agencia PANDI sobre la información que 22 medios de comunicación divulgaron sobre el tema, reveló que de 700 noticias sobre discapacidad publicadas entre el 1 de abril de 2011 y el 31 de marzo de 2012, el 23,8% de los artículos (158), tuvo como tema central la violencia contra esta población, lo que da cuenta del subregistro que existe en el país de esta situación.
Diana Patricia Martínez, líder de Educación de la Fundación Saldarriaga Concha, señala que “La violencia se manifiesta de muchas formas, que para las personas con discapacidad puede ser entendida como la discriminación y exclusión de la cual son objeto con frecuencia. El hecho de no lograr una participación activa en el entorno donde viven y se desarrollan ya es una forma de violencia”.
Martínez agrega que “Las personas con discapacidad tienen derecho a no ser discriminadas, a no ser objeto de violencia física, sicológica o de cualquier tipo, para lograrlo se requiere del compromiso de la sociedad en general, aquella sociedad que es capaz de respetar sus derechos y facilitar su participación”.
Un vacío institucional
Especialistas en el tema de discapacidad y representantes de instituciones estatales son conscientes de la
carencia de información y estadísticas que hay entorno a la violencia de las personas con discapacidad en el país. Por ello, muchas de ellas han tenido que acudir a estudios en otros países para poder analizar el tema a partir de las características del contexto colombiano, y conocer así un poco el impacto del mismo.
Una investigación sobre la problemática realizada por el Programa de Acción por la Igualdad y la Inclusión Social – PAIIS, de la Universidad de los Andes y la Fundación Saldarriaga Concha nació precisamente por el interés de conocer cuál es la situación de las personas con discapacidad que son agredidas y cuál es la respuesta del Estado frente a ello.
Andrea Parra, directora de PAIIS manifiesta que como resultado de esta investigación, “Se enviaron 84 derechos de petición a diferentes entidades del país como comisarías de familia, Consejo Superior de la Judicatura, el CAIVAS, CAVIF, Medicina Legal, Defensoría del Pueblo, entre otras, en las que preguntábamos sobre estadísticas que registraran específicamente la violencia sexual, qué normatividad la rige y qué seguimiento hacen a las personas afectadas, entre otras”.
La directora de PAIIS asegura que este proceso permitió evidenciar que “en el país existe un enorme subregistro, ni siquiera a estas entidades llegan las denuncias porque hay una falta de información y orientación hacia las personas con discapacidad y sus familias sobre cómo denunciar y a quién llamar, ello sin contar que no hay formatos precisos que permitan cómo acceder a las autoridades correspondientes”.
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Parra agrega además que, “los funcionarios que atienden estas situaciones no están capacitados en el tema de discapacidad y que las cifras que se conocen fueron registradas gracias a que el funcionario percibió la condición o porque el acompañante lo mencionó, mas no porque haya una unidad de caracterización entre las entidades. A lo anterior se agrega también que los formularios de registro no contemplan la variable sobre discapacidad, lo cual genera vacíos en la información”.
Para Andrea Parra, esta situación responde a un claro desconocimiento por parte del Estado sobre los derechos de las personas con discapacidad. “Considero que la ratificación de la Convención (sobre los derechos de las personas con discapacidad) por parte de Colombia exige al Estado adoptar las medidas necesarias para que sus agentes e instituciones empiecen a integrar una perspectiva de derechos en sus funciones y esto claramente no existe”.
“Las instituciones del Estado deben recibir formación necesaria y este debe asumir la responsabilidad que tiene con esta población. El hecho de que la información sobre la problemática esté tan disímil entre las entidades hace que sea imposible identificar necesidades para construir políticas públicas en respuesta a la violencia sexual y en general puesto que para ello es fundamental que se financien estudios, análisis y se deben contar con estadísticas precisas”, concluye Parra.
En este contexto, María Inés Bohórquez, profesional especializada en discapacidad del Ministerio de Salud y Protección Social, corrobora lo planteado por PAIIS en cuanto a que en Colombia no existe información ni estadísticas que permitan conocer la violencia real que afecta a estas personas. No obstante, la funcionaria
manifiesta que desde el Ministerio se han desarrollado desde algunos años diferentes proyectos que pretenden incidir en la transformación de los imaginarios sociales y culturales que hay sobre la discapacidad los cuales ayuden a modificar los comportamientos permisivos y violentos hacia esta población.
“Con estos proyectos buscamos prevenir los factores de riesgo. Por ello, a través de la generación de campañas y estrategias buscamos que se dé la aceptación a la diferencia y el buen trato lo que ayude a disminuir la violencia hacia las personas con discapacidad. De igual manera, se busca promover el acceso a las rutas de atención por parte de las víctimas con información accesible, así como con el fortalecimiento de redes sociales y de apoyo”, asegura Bohórquez.
Las personas con discapacidad y su contexto de vulnerabilidad
Cualquier ciudadano, hombre, mujer, niño, niña, adolescente o persona mayor está expuesto a ser víctima de cualquier tipo de maltrato, abuso o agresión. No obstante, las personas con discapacidad presentan un mayor nivel de vulnerabilidad puesto que la condición de exclusión y abandono que muchas de ellas se encuentran las hace estar en riesgo de ser agredidas por algún familiar, cuidador o desconocido.
Estudios llevados a cabo en países como Estados Unidos y Canadá dan cuenta de que las mujeres y los niños con discapacidad son quienes se encuentran en un nivel mayor de vulnerabilidad, así como la discapacidad de tipo cognitivo es la que se ve más afectada por el maltrato y la violencia. “Documentos académicos muestran que la incidencia de violencia sexual hacia mujeres con discapacidad sobre todo en la cognitiva es mucho más alta que en mujeres sin discapacidad, en algunos casos se documenta hasta cuatro y 10 veces más”, menciona Andrea Parra, directora del Programa PAIIS.
Entre tanto, una revisión realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a mediados del presente año evidenció que los niños con discapacidad sufren actos de violencia con una frecuencia casi cuatro veces mayor que los que no tienen discapacidad. La OMS atribuye que los factores de riesgo se incrementen cuando se tiene una discapacidad debido al estigma social, a la discriminación y a la ignorancia que la
sociedad tiene frente a la discapacidad, así como la falta de apoyo para las que personas que cuidan de ellos, que muchas veces son familiares.
Según Elsa Castañeda, especialista en niñez y primera infancia, las personas con discapacidad en especial las niñas y los niños durante muchos años no han sido considerados como sujetos de derechos por cuenta de estar ocultos, apartados y por no contar con las mismas oportunidades de desarrollo como cualquier otro menor de edad.
“Hay que sensibilizar a esta sociedad sobre lo que significa la discapacidad, hay que prevenir y esto se logra en parte con la educación de padres y de la sociedad en general sobre lo que es la discapacidad. Hasta hace muy poco las familias empezaron a creer en sus hijos como ciudadanos que tienen derechos y que pueden compartir y participar activamente de la sociedad lo que disminuiría los riesgos de maltrato y violencia”, afirma Elsa Castañeda.
Paola Andrea Rueda, especialista en Psicología Jurídica está de acuerdo con lo mencionado por Castañeda en cuanto hablar sobre discapacidad en una sociedad como esta es bastante complicado, teniendo en cuenta la concepción equivocada que se tiene sobre ella. Por ello, “es importante que todas las instituciones tengan que estar en la capacidad de atender a las personas con discapacidad pasando del discurso a lo real, manejando un enfoque de derechos para lograr así a través de programas especializados una mirada diferencial y un país para todas y todos”.
Más allá de la violencia física y la agresión sexual
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Dependiendo del contexto en el que se dé, es probable que muchas personas puedan interpretar la violencia y el maltrato con lo físico o la agresión con el ámbito sexual. Sin embargo, es tal el punto de marginalización y exclusión en el que se encuentran las personas con discapacidad que en su realidad se presentan también otros tipos de violencia que van más allá de lo físico y lo sexual.
Para al especialista Elsa Castañeda, “existe otro tipo de violencia que hace más daño y el cual está arraigado en el fondo de los seres humanos que es la violencia simbólica. Esta se da cuando a los niños y a las personas con discapacidad no se les permite acceder a la educación, a la salud, es decir, cuando son vulnerados sus derechos.Ahí hay una violencia muy fuerte puesto que esta es una sociedad que no acepta la diferencia y aún estamos lejos de que aceptemos y reconozcamos a estas personas como sujetos de derechos”.
A lo mencionado por Castañeda se suma la profesional Especializada en discapacidad del Ministerio de Salud y Protección Social, María Inés Bohórquez quien agrega y refuerza que “en la realidad de estas personas existen expresiones violentas que van de mano de la estigmatización, las actitudes negativas hacia la diversidad que se traducen en actitudes de rechazo, a la discriminación, la humillación, el desdén y todo aquello que tiene ver que con la no equiparación de oportunidades lo cual va en contra de aquello que está contemplado por la Convención”.
El denunciar una oportunidad para cambiar
Familiares, cuidadores y las propias personas con discapacidad deben saber que tanto a nivel nacional como internacional existe un amplio portafolio legislativo que las protege frente a cualquier tipo de violencia. No obstante, un paso importante para garantizar sus derechos y para que este tipo de problemáticas sea cada vez más visible en la sociedad y se puedan tomar acciones para prevenirla, es el denunciar.
Los especialistas en el tema han coincidido en que para generar un cambio político – social en el país el cual permita prevenir, atender y combatir la violencia hacia las personas con discapacidad se debe, entre otras, contar de una voluntad de Estado que oriente a sus instituciones en la divulgación de información preventiva así como en la consolidación de herramientas que permitan a esas entidades hacerle seguimiento transparente y preciso a esta problemática. De igual manera, el denunciar es la base para la obtención de estadísticas lo que posteriormente se constituiría en uno de los insumos principales para demostrar que esta es una problemática que requiere del compromiso de todo el Estado.


PARA TENER EN CUENTA…
El Programa PAIIS diseñó una cartilla informativa: http://www.paiis.org/index.php?option=com_content&
view=article&id=156:conozca-susderechos&catid=2:noticias-generales&Itemid=29  con el propósito de que las personas con discapacidad y sus familias conocieran cómo denunciar, a quien acudir, a quién llamar, a quién dirigirse y con ello poder comprender que el Estado tiene la obligación primero en protegerlas y luego ayudarlas y orientarlas frente a cualquier tipo de maltrato.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=GfdQ60ixzcU#at=12

12 nov 2012

Colcha de retazos
Foto internet
“Maria Canela me llamo, o bueno así me llaman, soy como me ven, una morena de piel tersa, labios gruesos, mirada fuerte, esquiva y dulce a la vez escondida tras las luces de colores del  sitio en el que trabajo cada día de la semana,  sin descanso en los vaivenes de las caderas, entre las paredes de  esta húmeda y fría pieza que muchas veces la presto como cálido refugio para aquellos que buscan un beso furtivo, una caricia indecible o una cómplice compenetración lasciva que me deja vacía el alma luego de haber llenado mi cuerpo con otro cuerpo. Y lo que ves en mi piel es eso, algunas huellas  de latigazos, de mordiscos y sobre todo de las durezas con las que de niña me marcó mi padrastro una tarde en los matorrales de una finca en la que trabajaba…”.
Así con la mirada perdida en el techo de su habitación, corto espacio de piso de tabla, papel de colgadura azul palidecido por los años, el mugre, las telarañas, atravesada por la pequeña  ventana que cuela noche a noche los ruidos de la calle 13 y que acolita la cruel humedad, Maria Canela  se tiende sobre la colcha de retazos que aun conserva y que su abuela le cosió en la vieja Singer del año 1954.
Rendida por el sueño y el cansancio de la guerra de cuerpos de una noche de pasión, pasión no por estremecida, sino por larga y dolorosa, una pasión parecida a la del verbo de Dios. Ella cerró sus ojos y poco a poco se ausentó en la conciencia, se salió de su cuerpo cual vaga alma solitaria, silenciosa y trémula, con ansia de libertad salió a caminar por las calles.
Como nunca antes, sintió la autonomía de mandar sobre sus pasos, sobre sus zapatos de tacón  para guiarse por el andén salpicado de agua lluvia, eso si impulsada con la idea de buscar un poco de paz se subió al autobús que la conduciría a las afueras de la gris metrópoli, para llevarla a un parque cercano donde iba frecuentemente en los primeros años  de estar viviendo en la capital.

Del  cafetal y otros amargos sabores
Foto Alixon Navarro Muñoz
Maria Canela vivió de niña en un cafetal, donde  por temporadas ayudaba a recoger la cosecha, junto a su mamá, una mujer de carácter débil, corazón dulce y gran inteligencia pero que el infortunio del desplazamiento la llevó a subsistir de la colecta de la cosechas en las fincas de  Sabanalarga.
Tenía una relación  muy cercana con su madre, respetuosa pero erradamente permisiva cuando se trataba de obedecer las órdenes de quien era, talvez, su padrastro.
La levantada era bien temprano a preparar el chocolate, moler el maíz y hacer las arepas para el desayuno. Luego bajar a la quebrada ‘La guardacaminos’ para lavar sus inocentes culpas y las ropas suyas y las de su madre. Apresurada siempre corría, con el afán de que se les pasara el ‘jeepao’  el jeep típico de aire quindiano que los llevaba a los tres a la finca para su labor diaria.
Apretujados, como podían se metían junto a otras 10 personas más, todos en la parte de  atrás como si fueran parte de un humano equipaje; compartiendo espacio con las gallinas, varios  atados de plátanos o una canasta  repleta de tamarindo, cuyo delicioso y acido olor  aun lo lleva impregnado en un rincón de su memoria.
Así pasaban los días, entre afanes, entre olores, risas y sabores de campo, todos hermosamente conservados excepto uno, ese, de una tarde en que su madre la dejó sola en la finca, recogiendo los aromáticos granitos rojos, sin saber que la esperaba un amargo pasaje.
La mamá de Maria Canela tuvo que ausentarse por varias horas, para cumplir con un mandado que el capataz de la finca le había encomendado, ir a buscar juntos con otros chapoleros insumos para  la tierra una vez culminara la colecta, que ya estaba próxima a su fin de temporada.
El padrastro de la pequeña era un tipo fuerte, de tez blanca ojos café claros y rasgados; alto, manos callosas, de paso ligero y ágil; la niña escasamente tenía 12 años, vestida siempre con batas de flores rojas y amarillas; era una niña de piel canela suave montañera, ojos negros como los de su madre y cabello castaño ensortijado, hábilmente trenzado.
La  transcurrida tarde, le dio una temprana lección de muerte en vida, al perder por la fuerza toda su inocencia cuando el asolapado tipo la llamara a lo mas aparatado de la finca en los linderos, que casi conectaban la próspera tierra con la destapada carretera en la parte alta de la ladera,  solo con la excusa de que le ayudara a recoger algunos frutos rojos del cafetal que el, por la brusquedad y tamaño de sus manos no podía hacer. Sin sospecha alguna  la niña llegó y preguntó que donde debía recoger, el indicó con voz temblorosa y ansiosa a la vez, que ahí al lado derecho de su espalda, que tenía que agacharse, orden que obedeció sin mediar palabra aunque con cierta sospecha de tanta soledad a su alrededor, pero como se trataba del hombre que hacia sonreír a su mamá, le desataba toda duda que a la final hubiese en su cabeza.
Al inclinar su cuerpo sobre la tierra para recoger los frutos solo pudo sentir como con  fuerza bestial y sin compasión le ató la boca con una mordaza, un trapo rojo mas bien bayetilla, le  cerró su expresión. Las manos burdas, sudorosas y criminales escudriñaban debajo de su faldita y entre sus blancos calzoncitos; el callado y desesperado pataleo líbicamente lo motivaron a aplicar aun más su fuerza para tenderla por completo con la mirada al suelo. Era obvia la imagen de un hombre de más de 35 años copulando sobre la humanidad de una pequeña,  arrebatando y consumiendo hasta el último vestigio de ingenuidad, candor e infancia. No satisfecho, lo hizo reiteradas veces hasta que sació su retorcida mente, hasta que vació cada uno de sus negros impulsos sobre Maria Canela.
María Canela, que no se llamaba así en realidad descubrió a la fuerza que su belleza aunque mal vista, tal vez sería la perdición de muchos, calmadero de otros y maldición para ella. Una belleza por la que pagarían esos y otros más adelante. En realidad no se llamaba así, se llamaba Amelia, quien al contarle lo sucedido a su madre, esta no le creyó, la condenó a la impunidad casera y a la permisividad, traducida  en la callada complicidad de una madre que por temor a no quedarse sola cenó, rio y comulgó con el diablo por mucho tiempo.
Amelia sin remedio se vio en la escena de los matorrales de la finca mas de una decena de veces, hasta que su espíritu libre y puro aun incorruptible, la hicieron salir una mañana de su casa con 2 vestidos, la colcha de retazos que su abuela paterna le había obsequiado, un muñeco, 4 panes y 2 mandarinas envueltas entre una pequeña sabana, con la excusa de buscar agua en ‘la guardacaminos’. Así lo hizo, salió de su casa por agua, disimulando su coartada entre un viejo balde azul de plástico, para nunca mas volver a su rancho, para nunca mas regresar a su infancia desdibujada.
A linche como dirían unos, se desplazó mas de 800 kilómetros hasta la capital, entre el frio y el hambre ocupo un lugar en el cinturón de pobreza; entre las limosnas de la sociedad consiguió para pasar el diario; lavando vidrios de carros ajenos y con insultos callejeros creció la pequeña hasta hacerse una hermosa adolescente, resentida con la vida, curtida por la crudeza sin abandonar aquellas cosas que aun como niña llevaba en su corazón, pero que confiadamente la llevarían a otro mundo.
El parque donde pernoctaba fue aquel mismo que una tarde de sueño inconsciente, le brindara abrigo, aquel que en un viaje astral le arropara la soledad.

De María Canela a Amelia
Foto internet
El nombre y la imagen de  Amelia desaparecieron aquella primera vez cuando mordió la tierra y se ahogó en su propio dolor y llanto. Y el día que descubrió que prestar por algún rato su vientre, vender sus labios y rentar el vaivén de sus caderas por espacios de tiempo le dejaba algunos pesos, descubrió que la vida le daba cada día una puntada con alambre de púas a su alma de niña, vestida de mujer de 25 con colores y visos brillantes para atraer cada día las miradas de los desprevenidos y ansiosos transeúntes que buscan cada noche un poco de placer para la conciencia. Ese día descubrió que ya no era Amelia sino Maria Canela, decidió llamarse así por  ponerse un nombre artístico, utilizando el mayor de sus encantos, su piel.
Quien no sepa, ella era la puta mas hermosa del boulevard de la calle 13. Una puta a la fuerza que de vez en cuando se ausentaba entre sus recuerdos y que se salían de su mente con cada bocarada de humo que emanaba al fumar cigarrillos; que se ausentaba entre sus sueños arropados con la colcha que la abuela Rita le había regalado, quien a menudo le decía que esa colcha era parte de ella, porque en cada retazo había una vida pasada y pisada, pero que a la final al juntarse cada trozo de tela desgastada  podía generar una identidad única con nombre propio, “la vida es colcha de retazos, puede ser fea y desigual pero es  la que te recuerda de donde vienes y como puedes volver a ser”. Palabras sabias que siempre retumbaban en su cabeza.
Despertó del sueño la hermosa y flaca Maria Canela, abrió sus ojos y volvió a la realidad.  Con la palidez evidente por el hambre, seguía tendida en su cama, sobre la colcha de retazos que noche a noche soportaba sus lágrimas. Con el pensamiento más ido que nunca y con las vísceras pegadas a la columna se dispuso a cambiar su colorido atuendo para utilizar prendas menos llamativas, en la ducha, se quitó los sudores propios y ajenos, se quitó el maquillaje y su piel volvió a ser la normal, la de siempre la de Amelia, la chica de 18 años con medio mundo y siglos de experiencia encima.
Nuevamente en un súbito impulso recordando las palabras de su abuela, impulso que la llevó a salir de su tierra un día, salir de esa finca donde su  inocencia quedó como abono de la tierra que alguna vez le dio de comer. Sin mediar palabra se armó de voluntad, valor y decisión para querer dejar atrás la vida de puta, una vida considerada como el oficio mas antiguo de la humanidad, un mal llamado oficio, si es que puede llamársele oficio, porque no se estudia, pero sin capacitarse y sin obtener título se aprende mucho; no se olvida tan fácilmente, porque se practica de mil formas, mil veces y deja un incierto dinero.
Amelia solo acertó en salir de la triste habitación, tomar otro rumbo, calle afuera caminando por la vida, ella sabe que otra será su  propia vida.