Alixon Navarro Muñoz

18 nov 2012

Sabor y olor de vida


‘El que anda entre la miel… hasta en Oiba se queda’

El manejo de la apicultura es un arte que trasciende a los subproductos que se obtienen como el polen, propóleo, jalea real, cera y la apitoxina para usos medicinales, subproductos que se dan en los apiarios ubicados en Oiba.
  
Bueno, de nuevo les sigo contando sobre mis viajes por algunas localidades de Santander y entre ellas quiero que sepan que estuve en una maravillosa población que por la ternura que inspiran sus calles y balcones, excelente clima y cordialidad de sus gentes, merece llamarse Pueblito Pesebre.

Aunque sus razones para esta denominación son más históricas y datan de la época de los  españoles, que al ingresar vieron el caserío iluminado en cada uno de sus primitivos ranchos con luz de vela, la vista los situaba en un pesebre. Pero óigase bien, Oiba es el nombre colocado a la población como un homenaje al fruto del amor entre el cacique Poima y su compañera Cachalú.

Y es que quien viene o va a Oiba, termina más amañado, por todo. La apicultura, los cultivos de café, el turismo y las artesanías en caolín fuera de ser parte de los ejes centrales de la productividad resaltan las riquezas e  identidad cultural, artística y social que  tenemos en Santander. 

Por ahora solo me remitiré al producto que por excelencia elaboran las abejas, la miel, porque el que anda entre la miel hasta el… se le pega, o en Oiba se queda. Y es que Oiba es ejemplo de ello porque la labor de la apicultura o cultivo de abejas dirían algunos, es una verdadera pasión hecha cuidado de estos pequeños seres alados, que con el zumbido pueden asustar o generar repulsión, pero curiosamente para los apicultores solo es un motivo mas, para ir gustosos en su búsqueda hasta las colmenas y extraer literalmente cada uno de sus beneficios.

El manejo de la apicultura es un arte que trasciende a los subproductos que se obtienen como el polen, propóleo, jalea real, cera y la apitoxina para usos medicinales, subproductos que se dan en los apiarios ubicados en Oiba, y que son manejados por familias como la Mejía Galvis, los Palacio Castro o los Ordoñez Pereira quienes por décadas han sustraído el oro liquido.

Es asombroso ver el conocimiento y técnica alrededor de los apiarios, desde la ‘echar’ el humo fruto de la quema de cascarilla y granos de café, humo que se insufla sobre las piqueras o puertas de entrada de las colmenas hasta el mismo momento en que se sacan los paneles donde están contenidos cientos de .alveolos, o huequitos, donde la reina madre coloca los huevos. 

A propósito un dato curioso, sabían ustedes que la abeja reina antes de colocar los huevos es fecundada en el aire? Así es, en lo que los expertos llaman un vuelo nupcial ella se aparea a una altura promedio de metro y medio de la parte superior de la colmena y luego ingresa directamente a colocar los huevos en los alveolos.

La transformación de la colmena a la botella, revela que este preciado alimento, ‘remedio’ y cosmético tiene una importancia y ritual tal que hace de la abeja un animal esencial en el sustento y equilibrio de la raza humana. Si señores, es cierto. La abeja no es insecto fastidioso por el zumbido que pueda producir, sobre ella recae la vida misma del ser humano, tanto así que si llegara a falta al ser humano solo le quedarían 4 años de vida sobre la tierra, la razón es muy sencilla: la polinización, mecanismo fundamental  necesario para la existencia de los demás cultivos en la naturaleza.

Del sabor de la miel a la textura del barro moldeado
Pero así como del tabaco en Piedecuesta se desprenden las historias tejidas del fique en los campos  de Curití, también de las mieles de Oiba se  moldean vidas alrededor de un barro natural llamado caolín. Esto es lo que hace una mujer oibana, Teresa de Jesús Galvis, una mujer vital con sus bien trabajado 50 años, quien con sus manos elabora hermosas piezas de caolín, combinando sus tres variantes de colores, blanco, el café y terracota.
Pero Teresa tiene un valor agregado y es que no solo sabe de caolín sino de miel pues comparte con su hija Katherine Mejía, el gusto por los apiarios y como empresa han sabido sacarle el mejor y equilibrado progreso, hasta innovando en la extracción de subproductos como la apitoxina ideal para actuar como rubefaciente, calmante muscular y analgésico. 

Teresa por su parte confiesa que las abejas tienen una organización superior a la sociedad humana, son capaces de  percibir el más mínimo cambio de temperamento.

Por eso agrega que antes de ingresar a un apiario las saluda, les habla e incluso les canta. En retribución ellas proporcionan la mejor miel y enjambradas en miles se colocan en la capucha o parte superior del traje  y allí permanecen quietas mientras Teresa con habilidad las alimenta o les extrae su dulce manjar.

Personalmente resalto de esta bella mujer que sus artesanías hechas del caolín, son hermosas piezas hecha totalmente a mano, con una particular técnica aprendida de forma autodidacta y apoyada en las capacitaciones brindadas por el Sena.

Quien iba a creer que las abejas de Oiba son africanizadas, idea que de solo pensarla me da escalofrío por la fama de ‘agresivas’ que tienen, pero en su mayoría las dulces abejas de Oiba  son producto del cruce con las criollas; no obstante pueden volverse agresivas si no se toman las medidas para su manejo, sino se les trata con la prudencia necesaria o si sienten alguna amenaza. Lo importante es que si usted como es novato a la hora ingresar a un apiario, solo vaya tranquilo, relajado y vera que pasará desapercibido entre ellas. 
 
Solo puedo decirles que la próxima vez que endulcen un pollo a la broaster, que tengan disfonía, o sus labios estén partidos, que quieran aderezar una ensalada de frutas o quieran, porque no, darle un uso erótico a la miel, piensen que la mejor del mundo, quizás, esté en el Pueblito Pesebre.

La miel es sabor de vida  y alrededor de ella  hay una maravillosa dinámica cultural que envuelve cientos de familias en los mil y un aromas embriagantes y casi adictivos de Oiba, Santander.


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